domingo, 9 de diciembre de 2007

En la costa de Miengo con vendaval





Así de bonita estaba ayer tarde las costa de Miengo con vendaval.
Es la zona más próxima a Robayera.
El lugar lo conocemos como el ALTA y es una zona escabrosa y rica en pescado de caña y percebes.

sábado, 24 de noviembre de 2007

José Antonio Andrés en la Mauro Muriedas

 
 
 
 



Ayer me acerqué por la sala de exposiciones Mauro Muriedas de Torrelavega y me sorprendió gratamente la presencia de varias esculturas de uno de nuestros compañeros, ya conocido en los medios culturales.
JOSE ANTONIO ANDRES.
Recomiendo con 3 estrellas que acudais a la exposición.
Del 8 de noviembre al 10 de diciembre.
Horario:De martes a viernes de 17 a 21.
Sábados de 11 a 14 y de 17 a 21.
Los domingos y festivos de 11 a 14.
Los lunes cerrado.

Podémos hacer un recorrido virtual, por parte de su obra, en su página web.
PINCHA AQUI PARA ACCEDER


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domingo, 28 de octubre de 2007

De setas en el monte Hijedo



























 
 
 
 
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Torrelavega, 27 de octubre.
09,30 horas.Nublado.Nos tememos lo peor.
Reinosa.El pantano del Ebro.Santa Gadea.Las estelas.
La cabaña de Hijedo, más una mansión de verano.¡Que suerte la de aquel médico!
La charla micológica.
Descendemos entre roble albar y acebos hacia el nacimiento del rio Hijedo.
¿Cuantos Boletus Edulis! Carlos apaña y apaña.Llegahasta una bolsa de plástico que casi le cuesta el sueldo a Lola.Nos faltó la cestita.
Siguiendo el rio Hijedo, descendemos.
La comida, sentados en las piedras.
En marcha, hacia el limite de Burgos.Ascendemos de nuevo hasta la cabaña de Hijedo.
El experto micólogo nos revisa las setas.¡Todas comestibles! y ademas de 4 tenedores.
Nos emplazamos para la siguiente.

miércoles, 10 de octubre de 2007

Estamos preparando ...

Estamos preparando la salida a monte Hijedo.
Podéis ir calentado las zapatillas, buscando en g. earth y buscando información.
Ánimo!.

martes, 2 de octubre de 2007

El Dobra de Carnavales en 1990

Digitalizando mi filmoteca,encontré el video que cuelgo ahora en el blog.
Eran otros tiempos, otros personajes, otro humor...
Las tomas son del año 1990.
El lugar: la antigua "Pista Rio".
Los actores...


¡Seguro que tengo más!

sábado, 1 de septiembre de 2007

Chema Madoz en Robayera












Muy recomendable la exposicion de fotografia de Chema Madoz en la sala Robayera de Miengo. es un fotografo bastante especial que plantea siempre combinaciónes de objetos muy reales que unidos dan que pensar...
Genial.
Como no se puede mandar nada al blog pues un lio. De todas formas sé que lo puedes adornar tú y lo cuelgas. beso

lunes, 27 de agosto de 2007

Pequeño Cielo

Pequeño Cielo por LILIAN ELPHICK



La mujer caminaba por las calles del centro de la ciudad cuando recordó que ya era la hora de ir al Pequeño Cielo. Tomó atajos y esquivó a la gente que se agolpaba en las vitrinas de las tiendas. Miró la hora y se apresuró. No pudo correr sobre los adoquines resbalosos por la fina lluvia que ya comenzaba a caer. Maldijo la garúa que humedecería su pelo y dejaría agujas de agua en su abrigo negro. Sólo faltaban cinco minutos.

El Pequeño Cielo estaba a pocas cuadras, en la terraza de un viejo edificio de ocho pisos sin ascensor. Mientras casi corría, la mujer fue olvidando episodios de su vida: el juego del elástico, el repaso de la letra "eme" para el examen de caligrafía, las desinencias del latín, el amor a la lingüística y al profesor, el nombre de sus hijos, la decepción mal escrita y dividida por un océano.

Todo fue quedando atrás, y ella quiso estar hermosa para ingresar a aquel sitio. Deseó que la belleza le golpeara la cara y se la iluminara, como un rayo amnésico. Subió los escalones de dos en dos; luego, de tres en tres. Había llegado con unos minutos de retraso y sudor entre los pechos. Abrió la portezuela que daba a la terraza.

La mujer alzó los brazos y no trató de equilibrarse. Tampoco miró hacia abajo. Era cosa de dar un paso y ya estaría en el Pequeño Cielo.

El viento fue su aliado: hizo temblar las antenas y, en torbellinos, elevó cartas, envoltorios de caramelos y uno que otro pañuelo desechable.



*Lilian Elphick (Santiago de Chile,1959)
Ha publicado La última canción de Maggie Alcázar (1990), El otro afuera (2002), Ojo Travieso (2007), Las praderas amarillas (2007).

"Pequeño Cielo" pertenece al libro de microcuentos Ojo Travieso.

miércoles, 11 de julio de 2007

Microcuentos desde Suances

MICROCUENTOS

Río de los sueños
Gustavo Sainz (México)

Yo, por ejemplo, misántropo, hosco, jorobado, pudrible, inocuo exhibicionista, inmodesto, siempre desabrido o descortés o gris o tímido según lo torpe de la metáfora, a veces erotómano, y por si fuera poco, mexicano, duermo poco y mal desde hace muchos meses, en posiciones fetales, bajo gruesas cobijas, sábanas blancas o listadas, una manta eléctrica o al aire libre, según el clima, pero eso sí, ferozmente abrazado a mi amor, a flote sobre el río de los sueños.

En Edmundo Valadés, El libro de la imaginación (México: FCE, 1976. En: Brevísima Relación. Antología del microcuento hispanoamericano. Santiago: Mosquito, 1990).










La carta
José Luis González

San Juan, Puerto Rico
8 de marzo de 1947

Querida vieja:
Como yo le desia antes de venirme, aquí las cosas me van vién. Desde que llegué enseguida incontré trabajo. Me pagan 8 pesos la semana y con eso vivo como don Pepe el administradol de la central allá.
La ropa aqella que quedé de mandale, no la he podido compral pues quiero buscarla en una de las tiendas mejores. Dígale a Petra que cuando valla por casa le boy a llevar un regalito al nene de ella.
Boy a ver si me saco un retrato un día de estos para mandálselo a uste.
El otro día vi a Felo el hijo de la comai María. El esta trabajando pero gana menos que yo.
Bueno recueldese de escrivirme y contarme todo lo que pasa por alla.
Su ijo que la quiere y le pide la bendisión.
Juan

Después de firmar, dobló cuidadosamente el papel ajado y lleno de borrones y se lo guardó en el bolsillo de la camisa. Caminó hasta la estación de correos más próxima, y al llegar se echó la gorra raída sobre la frente y se acuclilló en el umbral de una de las puertas. Dobló la mano izquierda, fingiéndose manco, y extendió la derecha con la palma hacia arriba.
Cuando reunió los cuatro centavos necesarios, compró el sobre y los sellos y despachó la carta.

José Luis González, La galería (México: Biblioteca Era, 1982. En: Brevísima Relación. Antología del microcuento hispanoamericano. Santiago: Mosquito, 1990).







El eclipse
Augusto Monterroso (Guatemala)
Cuando fray Bartolomé Arrazola se sintió perdido aceptó que ya nada podría salvarlo. La selva poderosa de Guatemala lo había apresado, implacable y definitiva. Ante su ignorancia topográfica se sentó con tranquilidad a esperar la muerte. Quiso morir allí, sin ninguna esperanza, aislado, con el pensamiento fijo en la España distante, particularmente en el convento de los Abrojos, donde Carlos Quinto condescendiera una vez a bajar de su eminencia para decirle que confiaba en el celo religioso de su labor redentora.
Al despertar se encontró rodeado por un grupo de indígenas de rostro impasible que se disponían a sacrificarlo ante un altar, un altar que a Bartolomé le pareció como el lecho en que descansaría, al fin, de sus temores, de su destino, de sí mismo.
Tres años en el país le habían conferido un mediano dominio de las lenguas nativas. Intentó algo. Dijo algunas palabras que fueron comprendidas.
Entonces floreció en él una idea que tuvo por digna de su talento y de su cultura universal y de su arduo conocimiento de Aristóteles. Recordó que para ese día se esperaba un eclipse total de sol. Y dispuso, en lo más íntimo, valerse de aquel conocimiento para engañar a sus opresores y salvar la vida.
-Si me matáis -les dijo- puedo hacer que el sol se oscurezca en su altura.
Los indígenas lo miraron fijamente y Bartolomé sorprendió la incredulidad en sus ojos. Vio que se produjo un pequeño consejo, y esperó confiado, no sin cierto desdén.
Dos horas después el corazón de fray Bartolomé Arrazola chorreaba su sangre vehemente sobre la piedra de los sacrificios (brillante bajo la opaca luz de un sol eclipsado), mientras uno de los indígenas recitaba sin ninguna inflexión de voz, sin prisa, una por una, las infinitas fechas en que se producirían eclipses solares y lunares, que los astrónomos de la comunidad maya habían previsto y anotado en sus códices sin la valiosa ayuda de Aristóteles.

En: Brevísima Relación. Antología del microcuento hispanoamericano. Santiago: Mosquito, 1990).

viernes, 22 de junio de 2007