lunes, 27 de agosto de 2007

Pequeño Cielo

Pequeño Cielo por LILIAN ELPHICK



La mujer caminaba por las calles del centro de la ciudad cuando recordó que ya era la hora de ir al Pequeño Cielo. Tomó atajos y esquivó a la gente que se agolpaba en las vitrinas de las tiendas. Miró la hora y se apresuró. No pudo correr sobre los adoquines resbalosos por la fina lluvia que ya comenzaba a caer. Maldijo la garúa que humedecería su pelo y dejaría agujas de agua en su abrigo negro. Sólo faltaban cinco minutos.

El Pequeño Cielo estaba a pocas cuadras, en la terraza de un viejo edificio de ocho pisos sin ascensor. Mientras casi corría, la mujer fue olvidando episodios de su vida: el juego del elástico, el repaso de la letra "eme" para el examen de caligrafía, las desinencias del latín, el amor a la lingüística y al profesor, el nombre de sus hijos, la decepción mal escrita y dividida por un océano.

Todo fue quedando atrás, y ella quiso estar hermosa para ingresar a aquel sitio. Deseó que la belleza le golpeara la cara y se la iluminara, como un rayo amnésico. Subió los escalones de dos en dos; luego, de tres en tres. Había llegado con unos minutos de retraso y sudor entre los pechos. Abrió la portezuela que daba a la terraza.

La mujer alzó los brazos y no trató de equilibrarse. Tampoco miró hacia abajo. Era cosa de dar un paso y ya estaría en el Pequeño Cielo.

El viento fue su aliado: hizo temblar las antenas y, en torbellinos, elevó cartas, envoltorios de caramelos y uno que otro pañuelo desechable.



*Lilian Elphick (Santiago de Chile,1959)
Ha publicado La última canción de Maggie Alcázar (1990), El otro afuera (2002), Ojo Travieso (2007), Las praderas amarillas (2007).

"Pequeño Cielo" pertenece al libro de microcuentos Ojo Travieso.